BOLIVAR, SU NIÑEZ, SU EDUCACUIN Y SU GRANDEZA

 

Don Juan Vicente Bolívar era un empedernido solterón, contrajo matrimonio a los 47 años. Su esposa doña María Concepción Palacios y Blanco, pertenecía como él a uno de los más ricos linajes mantuanos.

Simón José Antonio de la Santísima Trinidad, el cuarto hijo nació el 24 de Julio de 1783 a la una de la mañana. El párroco de la catedral de Caracas, padre Aristequieta quiso llamarlo Jacobo, pero don Vicente decidió llamarlo Simón, quien quedó huérfano de padre, cuando tenía dos años cinco meses, y veinticinco días; y de madre a los nueve años menos cuarenta y ocho días.

Desde los primeros años el niño Simón tuvo contacto con otras etnias, por el motivo que su señora madre, sufría de hemotisis, por cuya enfermedad no pudo alimentar al niño con leche de pecho, ante esta emergencia, la familia de Bolívar le solicitó a doña Inés Mancebo de Mijares, distinguida dama cubana, que en esos días había tenido un hermoso niño, que le permitiera a su hijo recibir la leche de sus pechos.

Con mucho amor doña Inés accedió a esta petición, pero el niño rechazaba la leche por ser muy clara; por lo que sus padres mandaron traer a la negra Hipólita, esclava de los Bolívar, quien también acababa de parir un hijo, la que con mucha dedicación y amor y en calidad de nodriza lo cuidó y alimentó como a su propio hijo.

Los altos designios permitieron que desde su cuna, Bolívar comprendiera la fraternidad que debe existir entre los hombre, sin distingo de razas o clases sociales.

Bolívar lo primero que aprendió fue que todos los seres humanos son iguales ante la ley y por eso abolió la esclavitud y dignificó el origen de los indígenas.

Bolívar a través de su vida siempre reconoció agradecido lo que hicieron esas dos mujeres. En 1813, en carta dirigida al coronel Pulido, gobernador de Barinas, refiriéndose a doña Inés le dice: “fue ella la que en mis primeros meses me arrulló en su seno”.

En 1827, en plena gloria de sus victorias le escribe al coronel Blanco, intendente del departamento del Orinoco y le dice “con el mayor interés me empeño con usted, para que se tome la pena de oír en la esclava negra Hipólita, quien fue verdaderamente la mujer que me amamantó”

El niño Simón tenia un temperamento explosivo y rebelde, como se delinea su personalidad en el relato en el que estando sentado a manteles, con su tío Carlos Palacios, su tutor y varios de sus amigos, en forma locuaz participaba en la conversación, cosa inusual que un joven y menos un niño se inmiscuyera en las charlas de los adultos y es cuando el tío, mirando fijamente al sobrino le dice: “Simón cierre la boca” el niño no vuelve a comer, por lo cual el tío le increpa “Simón por qué no comes?” y él le contesta: “tu me dijiste que no abriera la boca”.

Su educación después de la perdida de sus padres, la asumió su tío Carlos y tuvo el cuidado para que el joven aprendiera lo fundamental de la lectura, la agricultura, la geografía y la historia dentro de su casa, como era costumbre de la mayor parte de los niños de su condición social, pese a que don Vicente Bolívar había expresado su deseo de enviar a sus hijos a educarse a Europa, pero circunstancias de inestabilidad por las guerras europeas y el bloqueo británico crearon un ambiente de inseguridad, motivo por el cual el niño Bolívar se quedó en Caracas.

Años más tarde Bolívar escribió acerca de su educación “mi madre y mis tutores hicieron cuanto era posible porque yo aprendiera; me buscaron maestros de primer orden en mi país, aunque por otra parte, yo no se nada, no he dejado sin embargo de ser educado como un niño de distinción que puede hacerlo en América bajo el poder español”.

 

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