Por: Eutimio Reyes Manosalva

Miembro de Número

Academia Boyacense de Historia

 

 

Rafael Reyes Prieto, El Mejor Presidente del Siglo XX

 

Autoformación

 

Rafael Reyes nace para la gloria, el 24 de agosto de 1849 en la vereda de “Cuche”, Municipio de Santa Rosa de Viterbo, tierra de lluvia de aerolitos y cuna de próceres, estadistas, filósofos y poetas.

Su niñez y juventud se deslizaron en medio de la belleza del paisaje provinciano y como telón de fondo una época de contiendas bélicas y rebeliones desenfrenadas, originadas por la impericia para gobernar, pábulo de males sociales, como lo predijera el Libertador Simón Bolívar en el manifiesto de Cartagena y en la Carta de Jamaica.

Para las décadas de los años 50 y 60 del siglo XX en Colombia y en Boyacá, el latifundio, herencia colonial de las encomiendas, regía el sistema de tenencia de la tierra. La mayoría de la población se ocupaba como peones y aparceros. El sistema educativo era enrarecido e incipiente. En Santa Rosa de Viterbo, tan solo funcionaban dos escuelas; una para varones y otra para mujeres. En Duitama existía una escuela vocacional agrícola, regentada por Don Zenón Solano Ricaurte, tío del joven Rafael, donde cursó algunos años de educación secundaria y se desempeñaba paralelamente como maestro de aritmética y gramática para niños de primeras letras; y para sobrevivir alternaba como secretario de un juzgado, puesto alcanzado por concurso.

Huérfano de padre a los cinco años, se amoldó al carácter activo y enérgico de Doña Antonia, su progenitora. Su conducta la direccionó con una autobiografía de Benjamín Franklin, en el que las virtudes eran:

Temperancia, silencio, orden, resolución, frugalidad, industria, sinceridad, justicia, moderación, limpieza, tranquilidad, castidad y humildad.

Estas virtudes las fue practicando por semanas y por turnos y avanzando así en las siguientes, llevando un estricto control hasta afianzarlas todas y formar su personalidad sólida y lista para el trabajo y el cumplimiento de sus responsabilidades durante toda su vida.

 

Su universidad, su inteligencia clara, veloz para el raciocinio; sus derroteros, sus principios avanzados en su autoformación y su sentido práctico fue el secreto para el éxito; su vigor físico y moral el elixir para resolver los problemas. Su ilustración fue afianzada en las observaciones y experiencias de las exploraciones por el Amazonas; en los viajes por el extranjero. El trato con diversidad de comerciantes, traficantes, aventureros, alcohólicos y de individuos de pasiones inconfesables, que enloquecían en el delirio de la riqueza por la que el hombre traiciona, se vende, mata, por el atractivo del dinero fácil. La astucia aprendida de los indígenas fue siempre una compañera en las vicisitudes de su vida.

Como cauchero y expedicionario arribó al Brasil y en Río de Janeiro fue recibido por el Emperador Don Pedro Segundo, quien al escuchar los relatos y peripecias por los ríos y selvas, se llenó de admiración por la personalidad de Reyes y quiso darle toda clase de apoyo económico para que continuara en su empresa naviera, pero Reyes no los quiso aceptar por dignidad y decoro, puesto que no era una empresa oficial sino privada.

Fue un comerciante exitoso a los 19 años en Popayán, junto con sus hermanos Elías, Enrique y Néstor, quienes pronto se llenaron de morrocotas y de fama de grandes proveedores de caucho y quina.

Por ese tiempo, conoció Rafael a una joven que satisfacía sus anhelos de amor, Doña Sofía Angulo, con la que contrajo matrimonio, en cuya unión hubo seis hijos: Amalia, Sofía, Rafael, Mina, Pedro Ignacio y Enrique.

 

 

Civilizador de Comunidades Indígenas

 

Reyes estuvo dotado de una fuerza que lo impulsó a la aventura de las exploraciones de las selvas y los ríos del sur, regiones y lugares que solo aparecían en un mapa de Colombia. Hizo amistad con los indios Huitotos, Venecios, Orejones, Carapanas, Campuyas y los Mirayas auxiliares útiles para el estudio de la fauna y la flora.

Rafael Reyes influyó en los naturales para mejorar los cultivos y la eficacia de la pesca mediante la diversificación de productos agrícolas y proveyéndolos de herramientas y de semillas, que en cada uno de sus viajes les prodigaba.

A Reyes no tan solo le satisfacía el enriquecimiento, sino la experiencia y el conocimiento de la geografía de su patria, porque él era hijo de la montaña y ansiaba extraer sus riquezas naturales y disfrutar de la manera de ser y de pensar de sus pobladores. Se maravillaba con la belleza de los bosques y de los ríos que estaban perdidos y menospreciados. Fundó colonias y pueblos, combatió la trata de esclavos y civilizó tribus antropófagas. Desde esa época concibió la idea de acabar con el tráfico de la carne humana y de la explotación del trabajo indígena y de la prostitución de la mujer en el comercio sexual.

Cuando conoció la tribu de los indios Orejones, en el rió Putumayo, conmovido por el estado de postración física y la enfermedad, con sentido acento dijo:

“Madres del mundo, cuando gocéis viendo a vuestros hijos robustos y hermosos, con la sonrisa a flor de labios, recordad que en las selvas amazónicas existen madres que ven morir de hambre a sus hijos”.

En otras circunstancias se enfrentó en guerras permanentes contra los mercaderes inescrupulosos, he hizo decomiso de mercancía esclava y puso a los traficantes en manos de las autoridades brasileras.

Defendió de palabra y obra los hitos fronterizos colocados arbitrariamente por los peruanos, lo que le acarreó una persecución sistemática de las autoridades peruanas contra su empresa.

Su empresa naviera y de explotación de quina y de caucho vino a la quiebra por un crudo invierno. Las enfermedades tropicales atacaron de muerte a los colonos, y Reyes tomó como suya su culpa de haber inducido a centenares de hombres para que fueran a la amazonía, en calidad de obreros y de empresarios.

 

 

Militar y Humanizador de la Guerra 

 

Accidentalmente, luego de la bancarrota de su empresa y con la muerte de sus hermanos por la fiebre amarilla y la antropofagia de los huitotos; por fuerza del destino fue nombrado comandante de un batallón de la Guardia colombiana, con resultados favorables en golpes contra las fuerzas revolucionarias liberales del Cauca. Fue muy significativa la Batalla de Santa Bárbara de Cartago, en la que se dio fin a las hostilidades en el Occidente Colombiano. Era costumbre por parte del vencedor de arrasar las propiedades de los vencidos e ir hasta el exterminio de los prisioneros y heridos. Reyes prohibió perentoriamente que se cometiera desafueros con los vencidos, a quienes consideraba compatriotas, hijos de una misma patria. En la Batalla de la Tribuna, cerca de Facatativa, al vencer al enemigo que emprende la fuga, envés de perseguirlo y destruirlo convoca a su jefe y lo invita a firmar una honrosa capitulación en la localidad de “Chumbamuy”.

En la batalla de Ensizo, 1895 contienda sangrienta en la que para ahorrar munición se peleó cuerpo a cuerpo con bayoneta y machete, donde hubo gala de heroísmo inenarrable de parte y parte, el Ejército Venezolano que apoyaba al revolucionario, cambió de divisa roja por la amarilla, estrategia equivocada que enfrentó a sus mismos copartidarios como si un sino trágico les acompañara.

Vencida la revolución, el héroe de Ensizo le dio toda clase de garantías a los prisioneros y permitió que retornaran a Venezuela los mercenarios, y el país torno a la tranquilidad y a una paz duradera, que no había tenido precedente en la historia de Colombia.

En la entrada triunfal de Reyes y su Ejército a Bogotá, el liberalismo se unió al homenaje que fue apoteósico, desde la época del Libertador no se había visto tan engalanada la ciudad, ni las muchedumbres agolpadas con tanto fervor. Los poetas en tal ocasión cantaron en sus liras, la generosa actitud de hermandad y perdón del General Reyes.

 

De las comarcas bellas

do insignia apóstol servidor de esclavos

dejó en portentos de virtud sus huellas,

lanzando va con su legión de bravos

hollando nieve o abrazando alfombra

a la región extrema

Pasar como relámpago en la sombra

vieronle Ocaña, Zulia y Bochalema;

llevando apenas en la audaz jornada

reliquias de su gente,

salva el desierto páramo y la helada

cima y el tremedal y el valle ardiente

y al fin el campo avista

do hermano infiel a la traición se apresta,

y el intruso corsario a la conquista.

 

José Joaquín Casas

 

En 1899 Reyes se encontraba como embajador en Francia, cuando se dio inicio a la Guerra de los Mil Días, que dejó empobrecida la nación, y una de las causas de la dolorosa pérdida del Istmo de Panamá....

 

Como siempre se pensaba que el General Reyes debía estar listo para comandar la guerra, le envían los consabidos telegramas “venga pronto, las circunstancias convulsivas de la Patria requieren de su presencia”.

Por entonces, Reyes había tenido tiempo para decantar la historia de las guerras y de las rebeliones fratricidas y estériles. Contesta “no soy bomba de apagar incendios”. Por temperamento y convicción está inclinado al perdón, al alejamiento de la guerra y su acción se encamina a construir, no a destruir el progreso material y moral. Muchos habían sido sus sufrimientos, sus estados de conciencia, de aflicción física y moral con las matanzas entre hermanos.

En el discurso inaugural de su gobierno, la reconciliación nacional entre los partidos y el reconocimiento de los derechos políticos de las minorías fue su propósito indeclinable. Su manera de concebir el ejercicio del gobierno se contraponía a la práctica instaurada en la Constitución de Río Negro de 1863, de los Radicales que ponía en práctica la tesis de que la totalidad del poder debía de ser para el partido vencedor, sin contemplaciones. Cualquier intento de concesión en tal sentido se calificaba de actitud traicionera, es decir existía una filosofía de antropofagia moral. Es fácil hablar de unión nacional, de armonía entre los colombianos, de apaciguamiento de los odios, después de largos periodos de paz, pero proclamar la tesis como ideal del gobierno de Reyes, cuando aún no acababa de secarse la sangre en los campos de Peralonzo y Palo Negro y de cicatrizar las heridas abiertas. Era un ideal de un hombre excepcional y superior que deliraba por poner en práctica el eslogan “Paz y Conciliación Nacional”.

La composición de la Asamblea Nacional Constituyente, con la participación de una tercera parte del liberalismo y dos ministerios para este partido, produjo un gran descontento dentro del partido conservador y fue el móvil de la conspiración de Barro Colorado, el 10 de febrero de 1907, en el que milagrosamente salieron ilesos el Presidente y su hija Sofía.

Político y Diplomático

Reyes fue elegido miembro del Consejo Nacional  Constituyente en 1885 y participó en la constitución del 86, la que rigiera el país hasta 1991. Su desempeño lo orientó con sentido común y práctico y expuso los temas codo a codo con los más sagaces políticos. Sus opiniones, aunque en algunas veces no fueran compartidas por sus colegas siempre le escucharon con respeto.

En 1887, fue enviado a Inglaterra a cumplir una misión confidencial, con el encargo de conseguir ciertos arreglos de la deuda externa y la ampliación de los pagos. Colombia figuraba en el pizarrón de los países morosos. Reyes hizo lo que pudo, sin resultados positivos porque en materia de préstamos de dinero no hay embajadores que valgan si el deudor es insolvente.

Esa vergüenza o escarnio público lo tenía Colombia debido a la pobreza del fisco y a la desconfianza de la banca extranjera, por la circunstancia de tener una constitución incipiente y existir permanentemente una amenaza de las fuerzas revolucionarias, que conspiraban siempre en contra del Estado. Reyes regresó de la misión con el convencimiento de que un país mientras no tenga medios de comunicación será una Nación sin posibilidades de desarrollo, así también si no cuenta con servicios básicos de acueducto, alcantarillado y luz eléctrica no tendrá industrias, fuentes de trabajo, salubridad y comercio.

En 1899 Reyes fue nombrado Embajador en Francia con el encargo de mejorar las relaciones con este país que estaba resentido por la suspensión de las obras del Canal de Panamá en 1889 por incumplimiento del contrato.

Reyes desarrollo una gran acción diplomática, pronunciaba discursos, editaba folletos para dar a conocer las riquezas y las posibilidades halagüeñas para la inversión de empresas y de estudios conservacionistas de los recursos naturales.

La tarea de la embajada era poca cosa para su desbordante ánimo dispuesto a la acción. Para complementar su hiperactividad visitaba plantaciones, fábricas, sistemas de riego, construcciones de carreteras y vías férreas. Observaciones muy útiles para su futuro gobierno.